Manual de crucificciones

 

OVNI

 

Cuando mi hija me lo contó no di crédito a sus visiones. Pero, semana a semana, la gente del barrio narraba cosas parecidas. Solo supimos asignarle un nombre vago y genérico: Objeto Verbal No Identificado. La señora Eugenia lo describía como un pequeño y brillante aforismo que cruzó su azotea a las cinco de la tarde mientras tendía la ropa. Doña Eulalia, que tiene problemas de vista, añadía que simulaba ser, más bien, un haikú volador, de aliento intenso y reflexivo. El hijo mayor de don Juan, algo crispado, se negaba a admitir esas versiones y defendía la tesis de que se trataba, sin lugar a dudas, de un largo ensayo sobre las virtudes del hambre y la privación material. Mi hija cuenta que a ella se le apareció frente a la ventana, que osciló con rapidez hasta detenerse y hacerse perfectamente legible: reconoció, enseguida, las últimas palabras de su abuelo en el hospital. Yo no he observado nada aún. Aventuro que quizás estemos leyéndonos a nosotros mismos. Un día no hará falta hablar ya entre nosotros: miraremos al cielo y todo lo que queramos, y todo lo perdido, estará escrito allí, como en una inmensa pantalla. Son las tres de la tarde. Salgo al balcón a contemplar.

 

 

 

SOLO SUEÑOS

 

No te preocupes por esas pesadillas, hermano. No creas en lo que cuenta madre sobre el carácter premonitorio de los sueños. Te aseguro que jamás podría hacerte mal. Ni siquiera te guardo rencor porque Dios prefiriese tu ofrenda de cordero a mis humildes vegetales. Ven, Abel, vamos al campo. Quiero contarte una cosa en secreto.

 

 

 

CULTIVE EL ESTADO DE NATURALEZA

 

No pierda el tiempo: ¿su hijo muestra brotes psicóticos? ¿Le ha cazado descuartizando animales o dibujando terroríficas escenas de crímenes? No se preocupe. Contamos con los mejores especialistas para su tratamiento. Llámenos y le daremos un presupuesto ventajoso. La calidad de su formación es nuestra prioridad. Demuestre a su descendencia que le quiere e ingréselo en nuestro centro. Porque un niño psicópata no es motivo de desdicha, sino un don de la naturaleza y una oportunidad para mejorar la especie. Deje a su hijo en nuestras manos y le convertiremos en un sátrapa, en un asesino en serie, en un periodista, en un violador, en un futuro presidente de gobierno, en un sicario profesional. Le ofrecemos una educación adecuada a sus inclinaciones, con prácticas para que ejercite sus habilidades (incluye el manejo de todo tipo de armas y la ejercitación en toda clase de torturas). Recuerde: en el Instituto de Formación Superior de Psicópatas nos comprometemos con el progreso de la sociedad. Nuestro lema: no deje que la civilización reprima los instintos de su prole, cultive sabiamente el estado de naturaleza.

 

 

 

CRISIS DE REPUTACIÓN

 

Tiene que comprenderlo. Hoy en día cada uno de nosotros representa una marca personal. Debemos proyectar una imagen consistente con lo que ofrecemos. Vendemos nuestros conocimientos, nuestra experiencia. Hay que diferenciarse de la competencia para conquistar el mercado, pero sin originar aspavientos o escándalos. Por eso es tan importante cultivar una buena imagen y no dar lugar a equívocos. Así que, lamentándolo mucho, señor Lázaro, debo rechazar su solicitud para el puesto de trabajo. Tiene que comprenderlo. Buscamos frescura y usted aún arrastra ese olor a muerto. Permítame que le haga una recomendación: piénselo mucho antes de hacer un nuevo cambio de look entre vivo o muerto. De semejante crisis de reputación muy pocos se salvan.

 

 

 

DON NADIE

 

A los trece años sufrió las burlas de sus condiscípulos: replicó con el silencio. La turba de jóvenes murmuraba sobre sus incapacidades: él era el más lento y torpe en los ejercicios físicos, el más huraño y difícil de trato y, a pesar de que el único rasgo sobresaliente era su inteligencia, se veía entrecortada a menudo por una agresiva timidez que se interponía. Años más tarde recordó el denigrante mote con el que lo tildaban: era un don nadie. Esa fue la identidad que asumió cuando aquel rústico cíclope le inquirió su nombre.

–Nadie, soy don Nadie, Polifemo –respondió Ulises.

 

 

 

SU RESTAURANTE DE REFERENCIA

 

En nuestras instalaciones podrá saciar su apetito con total tranquilidad. Ningún agente externo le vigilará ni incomodará su indomeñable fruición con preguntas inoportunas sobre la procedencia del manjar. Sorberá el líquido manantial de rojo purísimo. Paladeará la carne más fresca, seleccionada con rigurosos controles de calidad, higiene y hermosura. Visítenos. Abrimos de lunes a lunes, 24 horas al día. Nos apasiona nuestro trabajo, por eso aunamos calidad y entrega, profesionalidad y exquisita atención al cliente. No descuidamos a las víctimas. Únicamente ofrecemos individuos sanos y bellos. Porque nos gusta ser el restaurante caníbal de referencia.

 

 

 

LA CASA

 

En algún lugar de la casa hay un cadáver. Usted intentará encontrarlo. Para ello explorará habitaciones caóticas, abrirá innumerables compuertas, sorteará obstáculos sin cuento. Pero el tiempo correrá en su contra. En algún lugar de la casa el cuerpo estará descomponiéndose y usted teme que no lo hallará nunca. La casa, de arquitectura insondable, tiene sus propias leyes. Hará frente a infatigables pasillos, áridas trampas y una manada de seres de conversación insulsa que aparecerán y desaparecerán en cuestión de instantes. Entonces pensará que la casa es un artilugio de solaz o de sufrimiento, pero impermeable a la comprensión. Urdida por una mente siniestra, la casa perdura en la eternidad. Tic tac, tic tac. Las ratas roerán los últimos huesos del cuerpo, y usted sabe que semejante demora en encontrarlo hará que se extingan las pistas del crimen. No tendrá al asesino, no descifrará la casa. Ha nacido aquí y aquí habrá de morir sin remedio. Un día, pasados muchos años, cruzará por casualidad una puerta. Se sentará, de modo inconsciente, sobre una silla. Sin fuerzas, sin rencor, sin dudas, exhalará su último suspiro. Y entonces habrá entendido todo. El cadáver del que le he hablado y que buscaba con denuedo en toda la casa era usted mismo.

 

 

 

«CUIDADO, HAY TIGRES»

 

Los mapas, cuya cifra es el deseo, encierran entre trazos de montañas y ríos innumerables, enigmas, porciones variables de error, obstinadas reincidencias en el tormento. Nadie encuentra en el mapa el aguijón de avispa que nos picó en la infancia, la hermosura que nos sedujo y dejó una herida supurante en la segunda década de nuestra vida, los fracasos y denuedos que pueblan cada instante. Semejante acopio de informes volvería ilimitable la extensión de una urbe, su representación cartográfica. Al contemplar un mapa debiéramos adivinar entonces, y quizás como único rastro de nuestra biografía, entre los signos de calles populosas, justo enfrente de la entrada de nuestra casa, una advertencia que pudiera salvarnos de las fauces de las bestias que nuestro enemigo hubiera abandonado allí para nuestra perdición definitiva. Un simple cartel que dijera: «Cuidado, hay tigres».

 

 

 

AMOUR FOU

 

En el incendio me hice generoso. Las llamas me reclamaron y yo, insensible a los demás hasta ese momento, me entregué a su voracidad con alegría y complacencia. El fuego me poseyó apasionadamente.

 

 

 

ERROR DE NOVATO

 

Respire usted más despacio –le dije al fantasma–. Tenga en cuenta que siempre es difícil adaptarse a estas cosas.

 

 

 

MIEDO A LA LUZ

 

Mis zapatos tienen miedo a la luz. Cada vez que abro el armario y busco en los cajones inferiores, ellos se arremolinan contra las esquinas, buscando los resquicios de oscuridad. Debo introducir el brazo hasta el fondo, y escucho entonces sus diminutos gritos y protestas. Cuando alcanzo a coger algún par y los extraigo, sus cuerpecitos tiemblan. De poco valen mis palabras de consuelo. Los estertores continúan hasta pasadas unas horas. Terminan por agotarse y es en ese momento en que puedo caminar tranquilo, sin las constricciones y mordiscos continuos a mis pies. Ya no sé qué hacer con ellos. Tendré que llamar a un psicólogo.