Odiana

PROEMIO

 

*

mis manos surcan

el arco de tu espalda

fluyen las nubes

 

 

*

roza la miel

vértigo y paladar

hambre de avispas

 

 

*

breve latido

tu corazón de viento

mana la fiebre

 

 

*

roce gozoso

si describe la lengua

árbol en llamas

 

 

*

bruma convulsa

entrelazadas piernas

hondas serpientes

 

 

*

saciados cuerpos

crepitan entre sábanas

brotan los tréboles

 

 

 

[3]

 

Miro tus ojos: leve agonía del mirar que no logra fundirme en tus pupilas, ala que retorna a mis sentidos cual hervidero en la ruta felina de tus caderas. Miro tus ojos y la gravitación se hace numen denso, rastro vegetal del deseo. Celebro tu nombre al viento, tallo labios en el agua como pájaros ardientes que fosforecen de avidez en el follaje.

 

 

 

[6]

 

Han sido los ojos fragmentos de tiempo: en ellos cuaja la reverberación de un segundo convertido en amapola. Convocar llagada noche en sus gélidas pupilas, ritual extraño de celebración: me adentro una vez más en la tierra, escarbo su carne llena ahora de respiraciones. A la deriva, vastos planetas que atraen giratorios a sus ámbitos, sus córneas discuten en el vértigo, en el borde ardiente de los cálices.

 

 

 

[8]

 

Derrumbo y aniquilo la encrespada fulguración de los astros: cielo razonable, escucha a la nube y al monzón derretirse en la proximidad del labio. Vegetaciones húmedas sobrevuelan la fatiga. Ansío la transparencia de tu carne, frontera y precipicio de mi lengua. Acometemos la liturgia carnal, asediada delicia por oficio de escorpiones. Migas de pan solar suturan las ruinas. Abre tu boca entera y déjame ser en sus dominios.

 

 

 

[12]

 

La línea de la pureza se prolonga en el mar hacia una cabellera de extraños artefactos. Debajo de las cortinas del aire repara en esa bruma: es un corazón que escucha laderas famélicas, tumulto, acólitos de la luz, pasto de sierpes absurdas. Las rocas transmigran hacia las aves, sus plumas recorridas y bullentes. Permanece la noche intranquila en su rumor.

 

 

 

[14]

 

La dádiva del sueño

encuentra su laberinto

oculto,

su nostalgia,

matutina ave que despierta

en la conciencia,

en el recodo oceánico, en la vigilia

de arpones y máscaras.

 

Orbicular

la salada forma, el desembarco

de Saturno, humareda de reptiles

que avanzan hacia el misterio

verbal del horizonte.

 

Las hogueras arden al fondo del lecho.

Gozosas constelaciones cazaban.

 

 

 

[17]

 

En los márgenes del agua, pulimentadas piedras y utensilios, donación de la hermosura, una partitura de helechos emitía sus profecías: usurparás el blanco ligamento del dulzor, las brechas serán saldadas cuando despierten los animales del bosque, fundarás tu casa sin tributos en el combate, en las águilas redentoras. Porque mundo se hará el cuerpo, en el aire sonámbulo tañerás visiones, demoradas iridiscencias. En perseguidas ramas de laurel yacerás ahíto, cediendo a la derrota voluptuosa toda comprensión.

 

 

 

[20]

 

No sé hasta qué punto mi imagen se nutre de sus contradicciones: hecho de mares, de bruma, de técnica y de no-pensamiento, reviento contra una roca y yo soy la roca; me proyecto en el aire y yo soy la sombra.

 

 

 

[26]

 

palomas heridas por la briosa fábula

ladran sus milagros ahuyentan el cilicio

de una náusea alimenticia que fructificó

en la infancia

la belleza encarna entonces

en esta claridad sobrevenida

acontecimiento de cabellera y espesura

que exploro con timidez

merodeo tus pliegues atestiguo

la estirpe en vilo que alumbra

riquísima existencia: somos la unidad

y su fijeza largamente esperada entre

el hacha oscura y el lento peregrinar de los corderos

 

sangre de pulso detenido en el sagrado cuerpo de Odiana

duros costados son aves que incrementan la amorosa

población de nuestras branquias en una

melodía de islas frotada por tu vientre

y mis palmas deseantes

de tus ojos de tus días de tu boca

amanuense del rumor sea

en la frescura profunda de la vida